
Recuerdo cuando era pequeña y mi madre me mandaba a la tienda a por
arroz. Una vez superada la confusión de dónde estaba el arroz amarillo que prepara mi madre, todo era pan comido, cogías el arroz y para casa.
No quiero pensar en las instrucciones previas que necesitaría un niño hoy para ir a comprarlo, hasta yo las necesito.
Te pones delante de la estantería de los arroces (en plural y bien en plural) y te encuentras: el arroz corto, por supuesto, el largo, cómo no, pero a estos añadimos el basmati, el salvaje, integral, arroz bomba, vaporizado..., por no hablar de las mezclas que ofertan ciertas marcas o de los precocinados. Toda una locura.
Yo más o menos me aclaro de la siguiente forma: